lunes, noviembre 19, 2007

Caza

Descubren que las perdices del tetracampeón de caza eran de otra zona y llevaban dos días muertas

Francisco Fernández fue denunciado por hacer trampas y encañonar a un juez

La escopeta imprime carácter. Más allá de las cuchipandas que se estilan entre los cazadores, asegura la leyenda, y que remata con un buen atracón con tenedores y cuchillos como únicas armas, los aspirantes a llenar la despensa de animales con plumas o finas orejas procuran acabar la jornada con la dignidad intacta. Si el cazador llega de vacío a casa será porque ya no hay bichos en el monte, que la peste es lo que tiene. Si la cosa, por el contrario, sale asombrosamente bien habrá de darle relieve a la espectacular lucha entre el hombre y el animal, cual episodio de Rodríguez de la Fuente, que deja siempre al cazador como ser superior e invulnerable. Eso se acuerda en el almuerzo, y tan felices. La palabra exagerar siempre viene escrita en el libro de instrucciones del cazador. Sin embargo, lejos de estos mandamientos tácitos, los cazadores hay algo que jamás tolerarán: la mentira.

Si la trola es venial, un toque de fina retranca puede arreglar el entuerto, pero si el cazador es pillado en pleno Campeonato de España con unas piezas que llevaban muertas casi dos días la cosa se torna imposible. En esas está el tetracampéon nacional, el alcarreño Francisco Fernández Sierra, envuelto en un escándalo sin precedentes. Ocurrió en Ribera del Fresno (Badajoz), en medio del Campeonato de España de Caza Menor con Perro, celebrado el sábado. Francisco Fernández fue sorprendido con dos perdices matadas de antemano, supuestamente, lo que desembocó en un gravísimo encontronazo con el juez que le acompañaba. El cazador asegura que no cometió ninguna irregularidad, pero cree que hay quien quiere «joder mi vida deportiva».

Pruebas muy evidentes

El árbitro dice que el cazador le encañonó con la escopeta en la barriga, así que el cuatro veces campeón tuvo que declarar en el cuartel de la Guardia Civil. El presidente de la Federación de Caza de Castilla-La Mancha, Simeón Lalanda, aseguró que las dudas expuestas por el juez Miguel Maté fueron corroboradas por el Comité de Competición de la prueba, que determinó que las piezas abatidas por Francisco Sierra ­-que en un momento no fueron entregadas en el control de la prueba, lo que motivó su descalificación inmediata del campeonato-, llevaban ya muertas entre 24 y 48 horas. Las muestras fueron testadas en el propio control de prueba por un biólogo y un veterinario, quien pudo comprobar, explicó Lalanda, que «mientras las perdices matadas por el resto de cazadores portaban en sus buches restos de bellota y trigo, las que presentó Sierra contenían pipas de girasol».

Pero los indicios de falsedad que rodean al campeonísimo apuntan a trabajos manuales minuciosos, más cercanos a una sala de operaciones de CSI que a una competición en medio del monte. El propio presidente de la agrupación castellano-manchega reconoció que le resultaba un tanto sospechoso que a escasos metros de donde se encontraron las perdices aparecieron otras piezas de caza muertas y una bolsa con sangre. Ahora, las diligencias mostrarán si, esta vez sí, el cazador ha sido cazado.